La niña que hacía hablar a las muñecas, Pep Bras

miércoles, 18 de junio de 2014
¡Buenos días!
Hoy me he levantado bien temprano (a estas horas ya he limpiado medio piso y estoy lista para salir a pasear en un rato con mi cachorro Pipo) y he decidido aprovechar la mañana para escribir una reseña qeu he ido postergando porque quería hacerla muy muy bien y no me había sentido inspirada hasta hoy.

Os hablo de la novela del escritor y guionista catalán Pep Bras, que empezó hace muchos años como guionista de Buenafuente en El Terrat y que, con esta primera novela nos demuestra que se le da igual de bien escribir guiones que novelas adictivas.

Su primera novela, La niña que hacía hablar a las muñecas, es una historia de amor y aventuras, una gran novela como las de antes, aquellas en las que ocurren cientos de cosas y no te dan tregua hasta llegar al final para, entonces, arrepentirte por haber leído tan rápido.

Pero vayamos por partes.

Soy adicta a la radio. La llevo allá donde vaya y tengo una especie de graella con los horarios y emisoras de los programas que más me gustan. Mi cadena fetiche es la Ser y nunca me pierte el "A vivir que son dos días", programa gracias al cual yo escuché por primera vez que esta novela existía.

En dicha emisora, Óscar López (el presentador de la genial Página 2, el único programa excluisivamente de literatura que conozco) y Javier del Pino (que dirige "A vivir..") entrevistaron a Pep Bras y lo sometieron al juicio de dos lectores que expusieron los puntos fuertes y las pegas (fueron muy pocas) que habían encontrado en esta "Niña que hacía hablar a las muñecas".
Me llamó la atención lo que allí se dijo y el título quedó anotado en mi libreta de libros (un día os hablaré de ella/s... crecen como las setas) y no fue hasta la llegada de Sant Jordi (23 de abril) cuando regresó a mi memoria porque Pep Bras era uno de los autores que estaría firmando en Barcelona.
Una de mis mejores amigas de las que ya os he hablado por aquí, Nuria, se encargó de cambiar esta novela de mi lista de pendientes a la de mejores novelas leídas en 2014 y novelas favoritas de siempre.

En una concatenación de coincidencias que me hace pensar en que aquello que dicen las ancianas por aquí (lo que es pa' uno, es pa' uno) es tan cierto como el aire que respiro, Nuria consiguió que Pep Bras me dedicara su novela y lo hizo, como veís ahí abajo, con un dibujo chulísimo. Una pasada de dedicatoria personalizada. Una muestra más del genio del autor del que os vengo a hablar...

Así de bonita es la dedicatoria de mi ejemplar :)
 
La niña que hacía hablar a las muñecas es una historia de aventuras, pero también de intensos amores, de descubrimientos, una saga familiar, un reflejo calendoscópico de dos mundos totalmente diferentes en una época llamada a cambiar el mundo: las primeras décadas del siglo veinte en Brasil y en una Francia inmersa de pleno en su belle epoque. La novela arranca con un naufragio y la llegada de un joven anmésico a una pequeña isla de Brasil donde reinventará su vida al lado de una fuerte y valiente mujer que cuida la salud de los nativos.

Casi os diría que hasta aquí puedo leer porque los giros argumentales me gustaron tanto, pasaron de una manera tan inesperada y preciosa (a nivel estilístico) que temo meterme demasiado y que perdáis ese componente de inocencia con el que yo abordé el libro y que tanto me ayudó a disfrutarlo, a vivirlo de lleno; a no querer dejarlo ni para dormir.
Lo que sí os puedo asegurar es que, a pesar de su título, ésta no es sólo la historia de una niña ventrílocua, ni siquiera es la que más ocupa de sus escasas 300 páginas (uno de los puntos más fuertes de la novela: su concreción, no hay nada de más y con lo justo Bras recrea un mundo maravilloso), pero sí que es esa niña el eje de anclaje entre el narrador y las memorias de su bisabuelo que es la excusa narrativa que utiliza el autor para introducirnos en la historia y para jugar con nuestra credulidad: ¿será verdad que ese naúfrago era su bisabuelo?, ¿pasó todo lo que él relata?, ¿existían esos locales tenebrosos que describe en París?... y un largo etcétera que nos sugiere la lectura y que me tuvo más de una vez enganchada a google para comprobar su veracidad.
Y sin destripar nada más el argumento sí os puedo decir que nos encontramos ante una gran novela sobre una saga familiar marcada por las pasiones y fatalidades del destino, una historia que reflexiona sobre la identidad y la capacidad del ser humano para reinventarse y crear un hogar a partir de los restos de un naufragio.

Supongo que a estas alturas no hace falta que os diga que me ha gustado muchísimo. Primero, porque me ha sorprendido y enganchado como solo las buenas novelas consiguen. Segundo, por la concreción del narrador y lo bien que selecciona las escenas que narra y cómo maneja el tiempo narrativo hacia delante y hacia atrás, con una maestría propia de su carrera como guionista. La velocidad de la acción se modula siempre a favor de la creación de una narración apasionante. Tercero, porque consigue personajes redondos y fascinantes, todo ello con la mínima y más precisa expresión, nada de parrafadas descriptivas. Cuarto, por su voz narrativa, por ese juego de convertirse el autor en narrador y la historia en la vida de sus antepasados, lo que otorga de gran verosimilitud a todo lo que nos cuenta.

¿Algo negativo que señalar? Un par de cosas: en cuanto al trabajo del autor, el final-final me resulta un tanto confuso (no puedo especificar más sin hacer un spoiler como una catedral), no sé si era la intención del autor o es que no me he enterado yo; en cuanto al trabajo de diseño de la editorial, debo señalar que la portada resulta un tanto sosa, no llama la atención lo suficiente, casi nos esconde la increíble historia que guarda entre sus tapas.

En cualquier caso son pegas menores en comparación con lo mucho que disfrutado con esta lectura y, cómo no, os la recomiendo a todos encarecidamente.
Ya me diréis qué os parece. A mí me ha conquistado.
¡Hasta pronto!

Ani.

Huéspedes inesperados, Sadie Jones

jueves, 12 de junio de 2014
Buenas!!
Hoy os escribo para contaros lo mucho que me ha impactado la última de las lecturas que he realizado en este ecléctico año lector que llevo. Se trata de Huéspedes inesperados, la tercera novela de una autora inglesa que desconocía (Sadie Jones) y que compré en Navidad pensando que lo iba a pasar en grande con una historia muy a lo Downton Abbey y... mejor que leáis la reseña entera.

¿De qué va? Huéspedes inesperados cuenta el que, posiblemente, sea el cumpleaños más catastrófico y buñuelesco e inexplicable de la época eduardiana. Se trata del 20 aniversario de Esmerald Torrington, la primogénita de la familia Torrington que se ha visto abocada a la ruina y cuyo caserío al más puro estilo Pemberley (Sterne, en este caso) están a punto de perder. Su padrastro, casado en segundas nupcias con su madre Charlotte, se marcha bien temprano a la ciudad en busca de un aval que le preste el dinero suficiente para afrontar sus deudas y no perder el hogar familiar, mientras en la casa quedan la propia Esmerald, su madre, sus dos hermanos (el indolente Clovis y la traviesa Imogen, a la que llaman Smudge) y un mermadísimo equipo de trabajo: la cocinera, su ayudante y un par de mozos que trabajan el jardín y alimentan los animales.
La familia espera la llegada de los amigos de Esmerald (Patience y  su hermano Ernest en lugar de la, a priori esperada, madre de los chicos), que se sucede según lo previsto. Y hasta aquí lo que de organizada tiene la jornada, porque de pronto Sterne se verá abordada por un grupo de supervivientes de tercera de un tren estrellado, capitaneados por un extraño viajero que iba en primera y que convertirá la celebración en una macabra reunión que muy bien pudo idear Luis Buñuel o cualquier otro autor de Vanguardias.

Decir que me ha gustado esta novela es faltar a la verdad porque, al terminarla, había pasado por tal tsunami de ideas y opiniones que he tenido que dejar pasar un par de días para centrarme y poder coordinar todo lo que la novela me indujo a pensar. Y pienso que esta novela está correctísimamente escrita, que la autora domina con soltura el momento histórico y las clases sociales que maneja y que, pudiendo habernos ofrecido un capítulo de Downton Abbey sin más, le da tantas vueltas de tuerca a la historia que se convierte en algo totalmente distinto.
Nos encontramos ante una novela engañosa, de poca acción y muy intimista, centrada en la evolución de unos personajes que, en cuestión de horas, verán puestas del revés todas sus creencias y deberán elegir qué hacer cuando la verdad salga a la luz.
En resumidas cuentas, ha resultado una novela muy novedosa y refrescante, algo que no había leído nunca y que me ha dejado patidifusa en ocasiones para zarandearme después y volverme a dejar donde estaba... pero del todo cambiada, como les ocurre a Esmerald y compañía.

Recomiendo su lectura a todo aquel que disfrute con Downton y a la vez con la locura de Dalí, el esperpento de Valle Inclán o los rompecabezas sin sentido del gran Boris Vian. Si no os gusta la literatura con un punto de surrealismo o irrealidad, no os confundáis, ésta no es una novela histórica o costumbrista. Eso lo es en las primeras cien páginas, pero luego se convierte en todo un hallazgo de valentía creativa que no puedo más que aplaudirle a la autora. Me fascina su coraje para escribir una sagaz crítica social rompiendo todos los moldes y cómo sale airosa de tamaña odisea.

Para releer de vez en cuando.

Toledo. Ciudad del Greco

lunes, 9 de junio de 2014
La puerta principal de la catedral, majestuosa.
¡Buenas!
Tras una semana ausente por cuestiones que escapaban a mi control (básicamente, agotamiento mental debido a las estresantes semanas de exámenes en la academia donde trabajo), os traigo una entrada diferente a lo que suelo acostumbrar aunque, eso sí, llena de cultura y buenas vibraciones como intento transmitiros en cada una.

¿Quién no ha oído hablar del IV centeranio de la muerte del Greco, el gran pintor del siglo XVI / XVII que convirtió Toledo en su ciudad fetiche?

Greca pensativa.

Habríais de vivir en una burbuja (o demasiado pendientes solo del Whatsapp) para no haber visto en la tele, oído en la radio o leído en prensa alguno de los múltiples spots con que nos han bombardeado para recordarlo.


Fuera de las murallas que protegen el casco antiguo.
No soy muy fan de este tipo de conmemoraciones. El hecho de que se conmemore algún autor u obra y todos nos recreemos en ellos como borreguitos no va mucho conmigo, que ya tengo los gustos bastante definidos (para una cosa que tengo clara en mi vida...). Sin embargo, cuando en el club de lectura Té con Tagore (tenéis el link por algún lugar de la columna derecha) se propuso hacer una visita relámpago a la ciudad que acoge las grandes exposiciones diseñadas para el evento del Greco, no supe ni quise decir que no. Hacía tanto que no viajaba... y a Toledo, nada menos, con la de veces que he estado allí (literariamente hablando) y las ganas que tenía de pisarla (físicamente hablando, esta vez)...

Vistas desde la escalera mecánica que sube a lo alto del Alcázar.
Dicho y hecho, antes de que me diera cuenta el último fin de semana de mayo había llegado y, con él, nuestro viaje a la antigua tricultural capital española.
¿Qué os puedo contar?
Las puertas para entrar en la antigua Toledo. Nos detuvieron unos manifestantes de CCOO.

Divina.

Y no puedo encontrar un adjetivo que la describa mejor porque, no en vano, en ella se dieron la mano tres culturas y, por tanto, tres dioses diferentes pero iguales al mismo tiempo: cristianismo, islamismo y judaísmo se dejan notar en los diferentes barrios del casco antiguo convirtiéndolo en algo realmente inolvidable. Las tres culturas pugnaron por erigir los edificios más bonitos y todo ello no hace más que redundar en la belleza de la ciudad. Es, como se hizo habitual decir entre los amigos que viajamos juntos, "una pasada".

Una de las impactantes fotografías de la exposición "Toledo contemporánea".
Atardecer en la plaza del ayuntamiento y de la catedral.
Arquitectura sefardí en el barrio judío.
El Greco en todo su esplendor en el interior de la catedral toledana.




En el jardín de la casa del Greco.
No os quiero aburrir con una crónica detallada de nuestros dos días en Toledo (para más información sobre las preciosas exposiciones: http://www.elgreco2014.com/) porque ni a vosotros os iba a interesar demasiado que me enrolle con anécdotas de gente que no conocéis, ni a mí me gusta airear demasiado mi vida privada por las redes pero, si he decidido hacer una parada en Toledo y dedicarle esta entrada es, simplemente, para animaros a visitarla, ahora o cuando se pase el boom del Greco (a siete personas de aspecto "no-guiri" tuve que preguntar hasta dar con un toledano... que no sabía dónde estaba el museo que le pregunté), cuando os dé la real gana. Pero no os privéis de la visión de su catedral (ni por dentro ni por fuera), de sus mezquitas y sus sinagogas; pasead por sus callejuelas empedradas al atardecer de un día cálido con el sol todavía entibiando vuestros brazos y dorando las fachadas de las casas; disfrutad de sus perdices y sus toledanas, del jamón ibérico puro de su local salmantino y de la subida en una interminable escalera mecánica hasta lo alto del Alcázar...

No viajo más a menudo porque mi escueto salario no da para más, pero esta escapada, aunque desmontara mi economía, mereció muchísimo la pena.
Tengo el corazón dividido y una pequeña parte de mí quedó en Londres, otra en Barcelona y, ahora, otra se ha instalado en Toledo.

Feliz tarde,

Ana.